La materia de la oración debe merecer toda la atención y estudio de todo aquel que aspira a la espiritualidad, con la esperanza de que los siguientes consejos puedan ayudar a lograr un buen camino y una búsqueda fructuosa.
Sólo hay una fuerza en el universo y ésta es el PODER DE DIOS, el cual ÉL envió por todo el espacio cósmico en la forma del VERBO; no una simple palabra, sino el FIAT CREADOR cuya vibración sonora amalgama los millones de átomos del caos en la multitud de figuras y formas que están comprendidas desde la estrella de mar a la estrella del firmamento y desde el microbio al hombre, es decir, todo cuanto constituye y puebla el universo. A medida que las sílabas y sonidos de la palabra creadora se van emitiendo una después de otra en el transcurso de los tiempos, las sucesivas y distintas especies se han ido creando y las más antiguas desenvolviéndose, todo con arreglo y armonía al pensamiento y plan concebido por la mente DIVINA, antes de que la fuerza dinámica de energía creadora fuese enviada al espacio.
Este es, pues, el único manantial de fuerza y en él, real, verdadera y literalmente vivimos, nos movemos y tenemos nuestra existencia, justamente de la misma forma que los peces viven en el mar. Del mismo modo que el pez no puede vivir ni nadar en tierra seca, tampoco nosotros podemos escapar o eludir a DIOS, no podemos vivir fuera de su energía y de su luz. DIOS es luz y ni aún el más potente de los telescopios que abarca millones de kilómetros podría mostrarnos lo que sabemos: que si no fuera porque tenemos ojos con los cuales percibimos la luz y oídos con los cuales registramos las vibraciones del sonido, caminaríamos por la tierra en eterna oscuridad y silencio. Así pues, para percibir la luz divina, que sólo puede iluminar nuestra oscuridad espiritual, y oír la voz del silencio, que es lo único que puede guiarnos, debemos desarrollar nuestros ojos y oídos espirituales. La oración, la verdadera oración científica, es uno de los métodos más poderosos y eficaces para ser oídos por el PADRE CREADOR y recibir la inmersión de la luz espiritual que todo lo transforma y lo positiviza.
La oración por sí misma no surte efecto; hay otros factores importantes que cuentan para que una oración sea importante y eficaz. Se necesita lograr un estado mental alfa, para estar en tono y lograr contacto con la energía superior, o estar sumamente alterado generando una energía que altera la armonía y crea un estado especial en el ser humano, logrando que la oración dicha en ese estado también surta efecto.
Lo más importante es encontrarse en armonía con la vibración divina, para que la oración llegue a su destino y sea eficaz. Cuando se busca lograr ciertos fines a través de la oración, primero hay que armar y estructurar muy bien la oración, para que las vibraciones de las palabras surtan su poder y se logre el fin perseguido. Lo más importante cuando se hace una oración es la fe puesta en ella; es esencial para obtener contacto espiritual en los planos superiores de vibración. Otro factor importante es el lugar donde se realiza la oración, y eso es vital por una razón bien conocida por los ocultistas. Cada oración, ya sea hablada o meditada, si es generada y hecha con cuidadosa proyección de la fe, logra tener la suficiente carga de energía como para ser proyectada hacia las esferas superiores de luz, donde las oraciones son recibidas en forma de vibraciones y contestadas en esa misma forma, realizándose y concentrándose el motivo de la oración. El sitio de oración se va cargando a medida que se realizan las oraciones y meditaciones con cierta frecuencia; el sitio se va cargando con una tónica vibratoria muy sutil pero directamente proporcional a la evolución espiritual, al potencial mental, al conocimiento esotérico y a la fe del individuo en cuestión. Esa máxima mística dice que todo desarrollo espiritual empieza con el cuerpo vital, este es el inmediato en densidad al cuerpo físico, es el vehículo de las costumbres y repeticiones son, como consecuencia, algo difícil de cambiar e influenciar, pero una vez que un cambio se ha operado y adquirido un hábito por medio de la repetición, su manifestación se convierte en automática hasta cierto punto.
Esa característica es buena y mala con respecto a la oración, porque la impresión registrada en los éteres de este vehículo impulsará al aspirante al fiel cumplimiento de sus devociones en los momentos convenidos, aun cuando pueda haber perdido interés en el ejercicio y sus plegarias sean solo meras fórmulas. Rezar es una palabra de la cual se ha abusado tanto que ya no expresa el ejercicio espiritual requerido. Generalmente rezamos cuando tenemos problemas, ya sean de índole material, física, espiritual, moral o sentimental, pero cuando estamos bien y la vida nos sonríe, generalmente nos olvidamos de dar gracias a DIOS por esas bendiciones. Eso quiere decir que las oraciones son los reflejos y peticiones para resolver el problema. Cuando nos mantenemos en acción de gracia en oración o meditación, nos ponemos en una situación favorable con la ley de atracción, en estado receptivo en el cual podemos percibir un nuevo descenso sobre nosotros de la energía divina. La luz celestial del espíritu de amor y de armonía pone al ser humano en el canal indicado de energía de acuerdo a nuestra vibración, la cual es directamente proporcional a nuestra evolución espiritual. No necesariamente tenemos que mantener la invocación, ya sea hablada o mentalizada, durante todo el tiempo de la oración. Impulsados por la intensidad de nuestro deseo, nos acercamos a los campos de energía o esferas luminosas. Llega un momento de silenciosa comunión más accesible y deliciosa que cualquier otro imaginable estado; es un éxtasis que trasciende el estado aquel en que las palabras ya no pueden expresar la magnitud de tales sensaciones. Cuando se ha alcanzado esa sensación o estado del alma, se llega a la quinta esencia de la alegría y no importa la magnitud de los problemas ni lo absurdo que pueda parecer el mundo o cuán triste sea el destino al que hay que hacer frente, el amor de Dios sobrepasa toda comprensión; es una panacea para todos.
Es muy conocido el hecho de que nada de valor se alcanza sin esfuerzo. Todo lo que un hombre lleva a cabo, cualquier otro hombre puede hacerlo también, siempre y cuando tenga la fuerza de voluntad y el conocimiento suficiente para realizarse material y espiritualmente. Si el ser humano comienza a cultivar la fuerza de la invocación, de la oración, de la meditación y de la proyección en armonía con las leyes científicas, llegará un día en que los resultados serán cosechados de una manera inimaginable para el común de los hombres. Solo los iniciados, esoteristas y ocultistas han de comprender la esencia real de esta realización.