El Ocultismo y la Alta Magia: Secretos y Rituales


Unos tienen el espíritu por cosa maravillosa, mientras que otros hablan de él incrédulamente y sin comprenderlo. Acervas controversias, encendidas polémicas y explicaciones abstractas provocan tan magno asunto, sin que se arribara a la verdad trascendental, que a muchos interesa y apasiona. Las grandes interrogantes continúan mientras tanto frente a nosotros, desafiando nuestra razón y nuestro conocimiento.

Los enigmas del nacimiento y la muerte, del advenimiento de la vida y de la desaparición. ¿Acaso estábamos en algún lugar antes de nacer?, ¿dónde estábamos?, ¿por qué estábamos allí?, ¿a qué lugar volvemos al morir? Existen infinitas preguntas e interrogantes. Estamos en el camino para descubrir y develar esos misterios y muchos más, para encontrar razones más firmes y sólidas para vivir y comprender la vida, a Dios, y a nosotros mismos dentro del plan divino de la evolución.

La ciencia oficial recién ahora se está interesando en los ignorados y tan negados postulados esotéricos. A donde quiera que dirijamos nuestros pasos ansiosos de conocimientos, ansiosos de atisbar en eso que se dice más allá, nos encontramos con un gran y profundo abismo. Nadie responde a nuestras interrogantes, nadie aparentemente está capacitado para comprobar nada. El abismo permanece ahí delante de nosotros; no se puede asegurar y probar el más allá, pero tampoco nadie puede demostrar su inexistencia. Realmente es un problema de la ciencia, aunque hasta ahora esta ha pretendido soslayarlo, negándole su importancia. Es un problema de la filosofía, la cual tampoco ha dado respuestas concluyentes y definitivas. En realidad, es un problema de cada ser humano, que quiere saber y encontrar una explicación a todo esto. Hay que buscar descorrer en lo posible el velo del misterio para que cada quien busque escudriñar por sí mismo, en el camino complicado de la vida, la muerte, la evolución, la reencarnación, el karma, otros mundos habitados y, sobre todas las cosas, a esa magna energía cósmica que llamamos Dios. Buscar y buscar sin descanso, acercarse cada vez más a la verdad, no importa que no sea la verdad absoluta, basta por ahora con verdades relativas, las cuales también son verdades en su momento evolutivo. La idea general de las ciencias ocultas y la alta magia está encerrada dentro de lo que tenemos por ocultismo.

Cada ser humano alberga en su interior oscuras e imperiosas interrogantes frente al propio universo desconocido que nos rodea y que a la vez llevamos dentro de nosotros mismos.

Debemos solicitar ayuda de ciertos seres visibles e invisibles, Maestros superiores que desde remotas edades emprendieron la búsqueda del conocimiento espiritual trascendental y se remontan al origen de la vida universal. Ellos están capacitados para guiar a los hombres a través de su largo peregrinaje por la vida en los distintos planos y mundos del cosmos. El ocultismo es el resultado global de aquella búsqueda que ahonda en los abismos de lo infinito, buscando lo eterno.

En la búsqueda más allá del tiempo y del espacio, más allá de la razón común, más allá de lo imaginable, allí, solo allí se ha de encontrar la chispa divina de la verdad trascendental.

En remotas edades hubo conocimientos completamente diferentes del nuestro que formaban la esencia y el contenido del pensamiento humano en esas remotas edades. Es el conocimiento antiguo que conocemos con el nombre de ocultismo. Hay que descartar que el ocultismo es meramente superstición en razón de que estudiosos de alto rango dedicaron sus mejores afanes a desentrañar los secretos revelados al hombre por esa jerarquía superior que desde el principio de los tiempos tuvo la conducción del destino del hombre. El ocultismo se dedicó desde siempre al estudio de las grandes leyes del cosmos y al despertar de los poderes latentes en cada ser humano. El ocultismo y la alta magia aplicada por los sabios más grandes que han pisado la tierra, en su paso por el cosmos, forman parte de una tradición inmemorial hundida en la noche de los tiempos, lo cual significa que existió desde siempre un conocimiento superior que explicaba los grandes fenómenos de la naturaleza de nuestros orígenes. El principio y el fin de las eras en la gran escalada evolutiva. Las ciencias ocultas son muy antiguas, encerraban aquel conocimiento guardado celosamente como el mayor de los tesoros. Era por ello oculto porque solo pertenecía a los templos iniciáticos, para preservarlo de los adulteradores.

El ocultismo poseía un carácter netamente secreto para el vulgo, el cual no estaba en capacidad de comprender las verdades trascendentales de la vida en general, ni de redescubrir los grandes enigmas del universo.

El Maestro Jesús hablaba a las multitudes en parábolas y a sus discípulos declaraba en secreto. Todas las antiguas religiones, todos los grandes centros de la cultura antigua, aseguran hoy los eruditos, encierran un conocimiento oculto tenido como la doctrina tradicional de las edades. Es la revelación primitiva. Es el conocimiento de los dioses, pues fueron ellos, una humanidad celeste descendida a la tierra en los primeros comienzos del ciclo evolutivo terrestre y trajeron la divina instrucción. Todas las religiones, todos los mitos, todas las creencias y leyendas heroicas populares de todos los pueblos, están basados en el reconocimiento de la existencia, alguna vez en algún lugar, de un conocimiento superior. El conocimiento que se posee actualmente es el conocimiento oculto, venido con los ángeles celestiales, que bajaron del cielo a traernos la luz divina. Existen millares de manuscritos guardados en los diferentes templos brahmánicos, tibetanos y chinos. Además, los miembros de varias escuelas esotéricas en los Himalaya y cuyas ramificaciones pueden encontrarse en China, Japón, India, Tíbet, Siria, Israel y en América del Sur aseguran que tienen en su poder el conocimiento máximo de las obras sagradas y filosóficas de las ciencias ocultas.

El pueblo judío posee muchísimo conocimiento trascendental, traído por los dioses, que está encerrado en sus libros sagrados, los cuales hay que saber leer e interpretar adecuadamente. Solo los iniciados pueden comprender las cosas sublimes que encierra el Zohar, el Talmud, la Cábala y la Torá. Investigadores muy sabios hablan de los tesoros ocultos de sabiduría, conservados en templos viejos y olvidados en las remotas cuevas en montañas inaccesibles para el ser humano.
En todos los monasterios, existen sótanos y cuevas subterráneas en donde guardan los tesoros de las edades. Solo los grandes maestros iniciados pueden bajar a esos refugios secretos a estudiar esos manuscritos milenarios.

De acuerdo con la misma tradición, las regiones hoy desoladas de Tarim, verdadero desierto en el corazón de Turquestán, estaban cubiertas en la antigüedad de ricas y florecientes ciudades. Grandes imperios dominaban toda la zona. Hoy en día, solo algunos oasis rompen la monotonía de su terrible soledad. Uno de estos, bajo cuya arena yace sepultada una ciudad enorme, no está habitado por nadie, pero es visitado con frecuencia por mongoles y budistas. Allí se encuentran espaciosas galerías llenas de escrituras cuneiformes. A la luz de estos hechos, resulta difícil negar la presencia en la historia de una humanidad muy remota, de una cultura espiritual excelsa, como jamás se ha conocido otra.
Es en verdad la edad de los dioses, la época de los Elohim a que hacen mención las viejas teogonías. En ese entonces, de acuerdo con las literaturas originales, el mundo era tierra de dioses, estaba poblada de héroes, titanes, semidioses, genios, o sea, una elevada jerarquía espiritual de seres venidos de otros planos espirituales de la infinita existencia cósmica.

La misión de esos seres era conducirnos por el sendero de nuestro desarrollo espiritual. En el principio de las ciencias ocultas, su origen se remonta a la infancia misma del género humano, cuando la asamblea de los dioses gobernaba el planeta, de acuerdo con las tradiciones. Cuando la humanidad se hundió en el mal, en los abismos de la degeneración, los dioses abandonaron la tierra.
La sabiduría cerró las puertas de su templo y los pocos que siguieron fieles al culto supremo tuvieron que huir con los maestros a los lugares secretos, donde preservaron los conocimientos. Así se inicia la era de la alta magia, que ahora impone las condiciones más severas a quienes pretenden alcanzar la iniciación. A este saber primitivo, aseguran los eruditos, nada le es imposible: manda sobre los elementos, conoce el lenguaje de los astros, dispone de la vida y de la muerte, confiere riquezas por la transmutación de los metales, mediante la cual el plomo se convierte en oro, conoce la inmortalidad por su quinta esencia y su elixir de oro y de luz. A la alta magia se la tenía por ciencia divina, que conducía a participar de los atributos de la misma divinidad.

La alta magia, la ciencia divina por excelencia, su posesión requiere una serie de conocimientos muy amplios y profundos, una pureza de corazón, un alma excepcionalmente sublime y poderes sobrenaturales, para poder manipular la gran energía.

El alma es una luz velada; cuando se la abandona, se oscurece y se apaga, pero cuando se vierte sobre ella el óleo santo del amor y la sabiduría, se enciende como una lámpara inmortal. La verdadera civilización existe solo en el esoterismo. Las ciencias ocultas enunciaron el concepto según el cual el universo es un todo armónico sujeto a leyes determinadas por la observación y la experiencia. Los físicos de los templos brahmánicos ya calculaban la velocidad de la luz y descubrieron las leyes de reflexión. Inventaron la escala musical, conocieron las octavas cósmicas que rigen las palpitaciones de todo el universo.

Para los colegios de sabiduría, somos de origen celestial. Pertenecemos a una raza celeste, contrariamente a la afirmación del materialismo que pretende que el hombre desciende del mono. El alma es la hija del cielo, una brasa divina destinada a convertirse en una llama eterna. La iniciación tiene como objeto despertar en el adepto esa vida divina. El alma tiene sentidos dormidos; la alta magia, a través de la iniciación, los despierta. Los misterios no tienen otra razón de ser que la de poner al candidato en el camino del encuentro consigo mismo, conducirlo al mundo interno para ponerlo en contacto con su consciencia. La confusión de los valores divinos con los humanos conceptuales conduce necesariamente al caos.
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